Desde muy joven manifestó
sus dotes artísticas para la escultura, disciplina en la cual empezó a
sobresalir. En abril de 1488, con
doce años de edad y gracias al consejo de Francesco Granacci, otro joven que se
dedicaba a la pintura, entró en el taller de los famosos Ghirlandaio (Domenico y Davide);
su familia y los Ghirlandaio formalizaron un contrato de estudios durante tres
años:
Allí permaneció como aprendiz durante un
año, pasado el cual, bajo la tutela de Bertoldo
di Giovanni, empezó a frecuentar el jardín
de San Marcos de los Médicis, donde estudió las esculturas
antiguas que había allí reunidas. Sus primeras obras artísticas despertaron la
admiración de Lorenzo el
Magnífico, que lo acogió en su Palacio
de la Via Longa, donde Miguel Ángel se habría de encontrar con Angelo Poliziano y otros humanistas del círculo de los
Médicis, como Giovanni Pico della
Mirandola y Marsilio Ficino. Estas relaciones lo
pusieron en contacto con las teorías idealistas de Platón, ideas que acabaron
convirtiéndose en uno de los pilares fundamentales de su vida y que plasmó
tanto en sus obras plásticas como en su producción poética. (Hodson, 2000)
Según Giorgio
Vasari, un día, saliendo del jardín de los Médicis –o, según Benvenuto Cellini, de la capilla
Brancacci, donde él y otros alumnos aprendían a dibujar delante de los frescos
de Masaccio–, fue cuando Pietro Torrigiano le dio un puñetazo y le rompió la
nariz; como consecuencia, le quedó la nariz chata toda la vida, tal como se
aprecia claramente en todos sus retratos.
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