El rapto de
Ganímedes, dibujo realizado para Tommaso Cavalieri, conservado en el castillo
de Windsor.
En un viaje
realizado a Roma en 1532, conoció al joven Tommaso Cavalieri, un patricio de
inteligencia poco común y amante de las artes que dejó en el artista una viva
impresión. Poco después de conocerlo, le envió una carta en la cual le
confesaba: «El cielo hizo bien impidiendo la plena comprensión de vuestra
belleza... Si a mi edad no me consumo aún del todo, es porque el encuentro con
vos, señor, fue muy breve».
Hace falta recordar
que la Academia Platónica de Florencia quiso imitar la ciudad griega de
Pericles. Esta asociación cultural de carácter filosófico, promovía el diálogo
intelectual y la amistad entre hombres en un tono idealista, semejante a la
relación de Sócrates con sus discípulos en la antigua Grecia. Dentro de este
contexto es donde se puede entender la psicología, el gusto y el arte de Miguel
Ángel. El artista creía que la belleza del hombre era superior a la de la mujer
y, por lo tanto, el amor que sentía por Tommaso era una forma que tenía de
rendirse ante la «belleza platónica».Tommaso Cavalieri era un muchacho de 22
años; de buena familia, aficionado al arte, ya que pintaba y esculpía. Varchi
decía de él que tenía «un temperamento reservado y modesto y una incomparable
belleza»; era, pues, muy atractivo a la vez que ingenioso. En su primer
encuentro, ya causó una profunda impresión en Miguel Ángel, y al pasar el
tiempo la relación se transformó en una gran amistad, con una pasión y una
fidelidad que se mantuvo hasta la muerte.
Miguel Ángel, por el contrario, era un hombre de
57 años, que se encontraba en el cenit de su fama; contaba con el soporte de
los diversos papas y Tommaso lo admiraba profundamente. Parece que la amistad
tardó cierto tiempo en producirse, pero cuando se consolidó llegó a ser muy
profunda hasta el punto que Cavalieri, ya casado y con hijos, fue su discípulo
y amigo mientras vivió Miguel Ángel y lo asistió en la hora de su muerte.
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