Capilla Paulina
Terminado el Juicio Final, el papa Pablo III le encargó
para la Capilla Paulina (que había sido construida por Antonio da Sangallo el
Joven), la pintura de dos grandes frescos en los que Miguel Ángel trabajó desde
1542 a 1550: La conversión de san Pablo y El Martirio de San Pedro. Fueron
diversos los motivos que alargaron la ejecución de estas obras, entre ellos el
incendio del año 1544, una enfermedad del artista que retardó el segundo fresco
hasta 1546, así como los fallecimientos de sus amigos Luigi del Riccio en 1546
y más tarde el de Vittoria Colonna en 1549.
Parece que el primer fresco que terminó fue La conversión de san Pablo, que es el que más se parece en estilo al Juicio Final, sobre todo por la imagen del san Pablo, cabeza abajo con los brazos que apuntan uno a la tierra y otro hacia las nubes, que recuerdan el remolino de los escogidos y los condenados alrededor de Jesús en el Juicio. En este fresco también se aprecia la partición entre el mundo celestial y el terrenal, con el contraste entre el objeto principal de la parte inferior: el caballo que mira hacia la derecha, y la parte superior: Jesucristo mirando hacia el lado contrario.Este gran dinamismo se encuentra mucho más contenido en el siguiente fresco El martirio de san Pedro, donde se aprecia el ritmo compositivo equilibrado, enfrente del desorden existente en La conversión de san Pablo. La línea principal, en diagonal, la representa la cruz aún no izada, y las figuras que describen un gran arco de medio punto cerca del centro. Gracias al movimiento de la cabeza de san Pedro, Miguel Ángel consigue el punto de atención principal de la escena.
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